Creencias limitantes, qué son y qué hacer para que no te definan

9 de Noviembre de 2022

  • Guía
Y... ¿Una creencia y una creencia limitante (no) es lo mismo?

Hace un tiempo me cuestioné una cosa: ¿de verdad las creencias limitantes nos limitan tanto? ¿O lo hacen porque nosotros lo permitimos?

Una creencia es limitante, a mis ojos, cuando «no te deja hacer» algo que quieres, cuando te paraliza y terminas sin hacer nada.

Pero... ¿Y si cambiamos eso y decidimos que, cada vez que detectemos una creencia, limitante o no, la vamos a cuestionar?

Por ahí se habla muy mal de las creencias limitantes, porque nos paran. Y, yo, que le doy más vueltas a las cosas que un tiovivo un día de Navidad, me pregunto si nos nos pararán todas las creencias, en general.

Una creencia es un pilar de hormigón armado y revestido en nuestra vida.

Y, además, nos montamos en él y no nos bajamos.

Aquí un ejemplo:

¿Y si te cuentas que «se me da bien hablar en público»? ¿Qué te pasaría?

Porque esta ya no limita,

porque te hace sentir que eres todavía más capaz.


Da yuyu, ¿eh?

Entonces:

No te tomes las creencias como una verdad absoluta. Quítales ese poder. Son frases que están ahí, en nuestra mente, en el cuerpo, y tenemos que aprender a cuestionarlas y a no hacerles caso.

Y construye las que te interesan.

Porque, sean limitantes o no, nos coartan igual. Así que define las que sientes que te ayudarán y harán un bien en esta época de tu vida.

Y con los años, ve reciclándolas.

Se puede.


Dicho esto, volvamos a:

Las creencias limitantes no son malas.

Solo ponen nombre a cierta realidad que nos hemos comido con patatas sin cuestionar nada más y que, en general, no nos aportan lo que querríamos.

Pero si las usamos bien, podemos darles la vuelta para que nos ayuden al máximo.

Por ejemplo:

Lo primero es hacerse preguntas y cuestionar todo eso:

Somos construcciones.

Lo bueno de esto es que, al igual que nos construimos, nos podemos deconstruir.

Y si lo hacemos con la conciencia encendida (qué nos para y hacia dónde queremos ir), nos costará mucho más que nos paren.

Porque lo elegiremos.

Porque tendremos esa voluntad de decirnos: «no voy a dejar que esa creencia, que esa frase que un día me tragué sin masticar, determine mi vida».

Pegas un golpe en la mesa.

A puño cerrado, sí.

Y empiezas a deconstruirte.

Esto es lo mejor que yo he encontrado para sacar a la luz creencias que no sé que tengo y dejar de cederles mi vida:

1. No desesperarme con encontrarlas

El peligro de «sanar».
Cada uno tiene sus tiempos. Y las creencias, como los miedos, salen cuando tienen que salir. No te preocupes por tener que sacarlas, eliminarlas, sanarlas o quitártelas ya.

Aparecerán cuando sea el momento.


2. Si encuentro un bache o una resistencia,

empiezo a preguntar «¿por qué?», «¿para qué?», «¿por qué?», «¿por qué?», «¿para qué?», etc., hasta que doy con ella.


3. Cuando aparece alguna, no me obsesiono

La miro y pienso: «oh, mira, así que era por ti que...» .

Y sigo con mi vida.

Tal cual.

Si ha sido una revelación potente, la macero un rato; si no, la apunto para tener el registro y paso a la siguiente historia.


4. Me doy tiempo
Como ya sé que está ahí y que existe, la tengo presente en los momentos en los que puede aparecer y me cuento una película realista que la contradiga.

Por ejemplo:

En mi trabajo me dicen que hay que trabajar duro y dejarse la piel porque «el dinero es difícil ganarlo».

Yo, automáticamente digo: «NO».

El dinero no es difícil ganarlo.

Lo difícil es...

Esto sí es duro.



Cuestiona todo lo que te llegue de boca ajena y háblate como te hablarías si vivieses en la realidad que quieres vivir.

Se puede.


Un abrazo,

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